En una buhardilla escondida en un sombr铆o sector de M煤nich, en mayo del a帽o pasado las autoridades alemanas hallaron un inmenso tesoro de obras de legendarios artistas. Una vez recogidas las pinturas, esculturas y valiosos manuscritos, que incluyen unos de Jorge Luis Borges y de 脡mile Zola, entre otros, los encargados hicieron un inventario provisional y calcularon la posible dimensi贸n financiera del hallazgo. Seg煤n los entendidos, el conjunto podr铆a valer 1.000 millones de euros.
Episodio sorprendente. Sin duda, el episodio fue sorprendente. Pero no menos notable ha sido la cr贸nica de la confiscaci贸n (muchos preferir铆an llamar "robo" a esta acci贸n) que origin贸 esta colecci贸n. En la consigna de borrar todo aquello que disgustara al demencial Hitler, destac贸 la purificaci贸n del arte moderno, que el jefe nazi tildaba de "degenerado". No sobra apuntar que grandes figuras del movimiento art铆stico de la preguerra eran jud铆as.
Al margen de la histeria de Hitler, algunos de sus m谩s cercanos colaboradores vieron en la confiscaci贸n resplandores financieros sumamente atractivos. Este 谩ngulo se tornaba cada d铆a m谩s urgente a la luz del descalabro militar que empezaba a vislumbrarse en la guerra contra Rusia. Anticipando una salida en tropel del mando hitleriano, los fieles servidores del f眉hrer decidieron desviar obras de arte para enjugar sus gastos del escape.
De acuerdo con los esquemas de Hitler, hab铆a que depurar los museos y colecciones privadas alemanas de la degeneraci贸n modernista. Las 贸rdenes fueron cumplidas con celeridad, al tiempo que cada mandam谩s se apoderaba de lo que pod铆a y lo pon铆a en manos de comisionistas para su venta. De esta forma, obras sumamente cotizadas de Matisse, Marc Chagall, Picasso, Kandinsky, Max Beckmann y otros destacados artistas fueron a parar a colecciones privadas (entre ellas, las de Goebbels y Goering) y compradores del exterior, adem谩s de las que se adue帽aron algunos comisionistas.
Entre los m谩s activos mercaderes germanos de ese per铆odo destac贸 Hildebrand Gurlitt, padre de Cornelius, quien ser铆a hoy un anciano y en cuyo apartamento en M煤nich se descubri贸 el tesoro clandestino.
La gran interrogante es c贸mo la Polic铆a o las autoridades fiscales llegaron a saber del escondite. Algunas fuentes se帽alan a un posible traficante en aprietos financieros o judiciales. Otras se inclinan por uno o m谩s funcionarios o exfuncionarios de los museos estatales saqueados por los nazis. Tampoco se puede descartar alg煤n esquilmado excliente de intermediarios abusadores.
Conmoci贸n. La m谩s reciente noticia sobre el arte robado se produjo la semana pasada. Algunos parlamentarios germanos notaron la alt铆sima calidad de una serie de pinturas colgadas en los salones del Bundestag alem谩n. Una solicitud del Congreso a la Fiscal铆a caus贸 una conmoci贸n general. Resulta que, seg煤n el dictamen de expertos, las obras exhibidas en el adusto Bundestag pertenec铆an al inventario de pinturas escamoteadas por traficantes. Este conjunto era patrimonio de la familia Gurlitt, uno de cuyos 铆conos, Hildebrand, ya fallecido, a quien mencionamos antes, era un agente de los nazis.
Y 驴qu茅 sigue ahora? Por su parte, familias victimizadas ya gestionan devoluciones, procedimiento que suele tornarse en un indescifrable enredo y conlleva desmesurados gastos legales, particularmente de abogados. Por cierto, hay bufetes de altos vuelos en Estados Unidos y Europa especializados en esta clase de reclamos.
Dado el remolino de la trama, no me sorprender铆a que alg煤n estudio en Hollywood lleve al cine una superproducci贸n que conduzca a alg煤n actor a ganar el Oscar, y a los inversionistas en la cinta, a exprimir jugosos dividendos.
Entre tanto, las v铆ctimas directas del robo yacen muertas o enfermas. Este ser铆a el lamentable ep铆logo de este sonado affaire .