Para quienes analizamos las campa帽as presidenciales norteamericanas, uno de los recientes debates entre contendores por el cetro republicano decepcion贸 y alarm贸 por el lenguaje escogido por un par de estrellas de esas competencias.
Veamos: est煤pido, estafador, malhechor, delincuente, cretino, maricas, timador, peque帽illo, y mejor dejamos de contar, excepto por la atm贸sfera insalubre resultante. Cualquier cantina de los bajos fondos, de esos donde los borrachos se l铆an a pu帽etazos, ser铆a una arena m谩s apropiada que el exclusivo club de la televisi贸n y la prensa escogido para saldar viejas y nuevas rencillas.
Curiosamente, los p煤giles de esa noche infortunada exhiben t铆tulos de renombradas universidades y academias. Uno de ellos es un destacado pol铆tico y abogado, el otro un exitoso desarrollador de real estate para los ricos. Ambos de lucida presencia, los dos son figuras pol铆ticas, cada una con bellas esposas e hijos.
Es posible que el escogimiento de la carrera presidencial haya sido estimulada por el gusanillo de la pol铆tica que, con frecuencia, infecta a algunos vanidosos que ans铆an cada vez mayores reconocimientos y, desde luego, fama. Por eso, el Partido Republicano, agrupaci贸n de los patricios y de Lincoln, est谩 muy agitado debido al nivel al que ha descendido el debate de los candidatos. De hecho, el mundo est谩 preocupado y mira con horror lo que ha sucedido. Pero, como dec铆a T.S. Eliot, la pol铆tica nunca se detiene y, por ello, el cuadro del irrespeto luce destructivo.
Me pregunto si los sue帽os presidenciales y otras luces de importancia allanen incluso las buenas maneras y los c谩nones del respeto inculcados en el hogar y desde temprano en la educaci贸n primaria. Recuerdo a las maestras durante mi ni帽ez que nos advert铆an a los alumnos malportados nunca olvidar las buenas maneras, sin las cuales, 驴para qu茅 educaci贸n?
Este mensaje se reiteraba con hechos y ejemplos a lo largo del colegio secundario. Y estoy seguro de que el m茅todo corre parejo a la tenacidad de los maestros en diferentes latitudes. En Estados Unidos, recientemente le铆 acerca de encuestas peri贸dicas de padres de familia cuyo criterio invariable ha sido que 鈥渓as buenas maneras y la disciplina cobran mayor importancia cada d铆a鈥�.
Desde luego, las discusiones tienen un lugar importante en la pol铆tica y en otros quehaceres comunales. Pero un debate que se abre a los insultos personales y hasta amagos de violencia f铆sica entre los polemistas, no creo distinga a ninguna democracia madura.